Esperanza y responsabilidad

Llevamos ya meses sacudidos por una marea permanente de noticias sobre corrupción y degradación institucional, sobre incompetencia y sectarismo, y sobre lo falsas que son las noticias que hablan de todo ello. Es una marea que, por lo que parece, seguirá hasta 2027, con las consecuencias que estamos viendo. Y no parece sano limitarse a esperar que escampe.

El pasado 20 de Noviembre tuvimos ocasión de compartir un coloquio con Esperanza Aguirre y los periodistas Alvaro Nieto y Marcos Ondarra. Aunque formalmente centrado en la libertad de prensa, el contenido fue bastante más amplio y dio pie a explorar las razones por las que es importante que ningún gobierno controle la percepción de la realidad de sus ciudadanos. Especialmente importante cuando desde el poder se bendicen ataques físicos contra la libertad de opinión, como los ocurridos en Pamplona, o se incitan manifestaciones contra la independencia del poder judicial, elemento esencial de una convivencia en libertad.

El coloquio tuvo un lado práctico, identificando el origen de los problemas y el modo en que podemos ayudar a remediarlos, a distintos niveles. Al más grave, hay quien elige usar tácticas incompatibles con la libertad, y contra eso sólo se puede combatir votando. Al más prosaico, hay demasiados periodistas que llevan años vendiendo su buen criterio: desde tertulias pagadas en RTVE a ayudas masivas a las televisiones “por el COVID”, a publicidad institucional (el Estado es hoy el mayor anunciante), o a la adquisición de acciones a nombre de familiares, las herramientas para corromper a la Prensa son muchas y tienen demasiado éxito.

Otro fue el de los partidos hoy en la oposición. La práctica de permitir situaciones abusables (interferencias en el Poder Judicial, nombramientos a dedo en la Administración, publicidad institucional masiva, captura de medios de comunicación públicos, gasto sin seguimiento…), confiando en que el abuso va a ser moderado y favorecer a tu partido, ha quedado ya en evidencia como enormemente irresponsable. Ya no basta con votar a personas diferentes: tenemos que pedirles el compromiso de reforzar la independencia de las instituciones, para que puedan plantar cara al próximo populista. Porque lo habrá.

El último nivel que se mencionó fue uno que afecta especialmente a Navarra. En una comunidad donde los partidos asociados al gobierno foral y sus medios han instituido casi una omertà para que no se hable de la corrupción endémica que rodea a Santos Cerdán, o de su relación con cargos actuales, la única forma en la que la información puede llegar a todo el mundo es a través de los ciudadanos que la difunden (y hasta cierto punto avalan) en redes sociales. En Navarra, tras 40 años de lecciones, tenemos bien aprendido que para vivir en paz no hay que hablar de política… y es mentira. Tenemos que difundir la información, tenemos que opinar con claridad y en libertad, si queremos que tanto la verdad como la democracia sigan vigentes. Y sí, habrá algún sectario o intolerante que se moleste. Tendrá que aprender, como nosotros, a dejar opinar lo que no nos gusta.

En resumen, ese acto (que vino desde la sociedad civil y no desde la política, y que no estuvo ligado a ningún partido) puso encima de la mesa dos cosas que me parecen importantes. Una, que hay modos de defender la verdad y la libertad que están en manos de los ciudadanos, cosas que podemos hacer en nuestro día a día tan simples (y tan complicadas) como hablar y difundir. Otra, que la situación en la que estamos no es producto de una sola mala persona, ni de una pequeña banda de ellas, sino de la connivencia de miles… y de la falta de unas estructuras legales e institucionales que protejan los cimientos de la democracia de los abusos de populistas o autoritarios. No basta con cambiar de partido, hay que reformarlas. Hay que plantear y exigir esas reformas.

Muchas de esas reformas se pueden implementar a escala foral, desde la ley del empleado público al modo en que se financian los medios de comunicación, pasando por el papel y dentadura de la Cámara de Comptos (que emite unos magníficos informes a los que aparentemente no hace caso nadie) o el control del gasto público (que se sabe cuánto suma pero no qué genera). No podemos esperar que Europa rescate las instituciones españolas, y no debemos esperar a que Madrid cambie las leyes para arreglar nuestra propia casa. Si es que queremos seguir teniendo la capacidad de hacerlo.

La alternativa a ejercer nuestra responsabilidad es la pérdida de esperanza. Es la ola de jóvenes navarros cualificados que se van cada año (y la de jóvenes que sólo aspiran a ser funcionarios). Es la falta de empresas privadas que inviertan y lideren. Es la falta terminal de libertad de opinión en tantas poblaciones.

La grabación completa del acto del pasado 20 de Noviembre está disponible en nuestro canal de YouTube.

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