Hay cosas que se aprenden o se mejoran, y otras que se llevan dentro. Bruno Martínez lleva el buen toreo tan dentro que, pese a pinchar dos veces, fue proclamado vencedor entre representantes de escuelas taurinas de toda España. Sucedió en está final celebrada este ocho en la plaza de Ejea de los Caballeros.
Y es que, que un novillero sin caballos pinche no es descartable, les pasa hasta a las figuras, pues poco han podido ejecutar la suerte. En cambio, que maneje los engaños, con tanta pureza, verdad, temple, suavidad y honduras como vimos a Bruno Martínez en Ejea de los Caballeros es para descubrirse. Y para descubrir a un torero era el eral de Toros de Guerrero. Al torero lo descubren tanto los toros malos como los muy buenos, ya que el aficionado ve el animal y hay que estar a la altura. Y Bruno vaya si lo estuvo.
Habían llegado a la culminación de este IV Certamen, además de Bruno, Juan Aparicio, Alejandro Casado, Javier Cuartero, Luis Pizarro y Fran Fernando, a todos enhorabuena, tras superar lidias en las fincas de Santafé Martón, Alicia Chico y Manuela Patón.
Bruno abría plaza, cuando el público está aún frío; y tan fría como ventosa (gran dificultad ésta del viento) estaba la tarde, otro hándicap; no hubo «peros» que no superara Martínez.
Dos verónicas y la media de muy buena factura dieron paso al recital de muleta. Comienza con derechazos de rodillas y el de pecho, todo muy limpio. Tras dos buenas tandas diestras, pasa a la mano de los cortijos con la que lo borda en naturales largos y limpios, rematados donde se debe. Toreo en redondo y más naturales de cartel. Cerró con manoletinas de rodillas y la plaza ya en pie. El fallo a espadas fue colectivo, porque todo el respetable empujaba el acero; acariciaba el rabo. Dos pinchazos arriba y estocada. Sin embargo, lo importante en un novillero estaba dicho con las telas, e inapelable su proclamación como triunfador.
Sigan a este navarro, que atesora cante grande y pudiera alborotar la Maestranza.
Fotografías: María Ruiz de Loizaga, cedidas.