Artículo publicado originalmente en Diario de Navarra.
Desde la distancia que nos da el tiempo trascurrido desde que tristemente Pamplona estuviese en el ojo del huracán mediático, en materia de seguridad pública, me propongo hablar de Pamplona como una ciudad en la que su seguridad está de actualidad. En mi opinión, eso es bueno ya que se pone sobre la mesa un debate sobre la seguridad como un valor social, en el que toda la sociedad participa de los aciertos y los errores de la administración en materia de seguridad. Tenemos que partir de la base que la seguridad en un derecho fundamental ligada directamente a la libertad. Pero cuando una sociedad se plantea la percepción de la seguridad y tiene sobre la mesa hechos tangibles de inseguridad, esa misma sociedad se pregunta por las acciones tan simples como; la tranquilidad a la hora de dar un paseo por una zona determinada, la seguridad de dejar a nuestros hijos menores un poco de autonomía y salir solos, pero sobre todo se pregunta por el hecho de como una sociedad de primer orden como la navarra puede tener problemas de inseguridad en sus calles.
Los medios de comunicación y los comunicados oficiales de las distintas policías que actúan en nuestra capital, nos hablan; de peleas, robos, agresiones sexuales, tráfico de drogas, etc. ya sea en forma de denuncia o información directa de las autoridades. Pero nos equivocaríamos si enfocásemos esta problemática desde el punto de vista local, ya que esta problemática transciende de ese ámbito y es un problema de toda la Comunidad Foral.
En nuestra capital se habla de; menas, bandas, pandillas, grupos delictivos, etc. como grupos generadores de inseguridad. Pero tenemos que analizar que se ha hecho en materia de seguridad durante los últimos años. Podemos observar que el informe del Sindicato Unificado de Policía del año 2019 ya ponía sobre la mesa la inseguridad ciudadana en Pamplona como un problema social de años atrás, pero fueron criticados duramente por varias fuerzas políticas que han mirado hacia otro lado mientras el problema no ha hecho más que crecer.
Como siempre; la sociedad, en materia de seguridad no percibe ninguna problemática hasta que esta se hace latente en forma problemas reales en la seguridad pública y percibe que su entorno relativamente seguro y predecible se desestabiliza en formas delincuenciales de alta o baja intensidad. En este contexto es cuando se hace tangible la inseguridad ciudadana como un problema social y el miedo a los delitos cometidos en espacios públicos, antes seguros, se traslada a las personas que los sufren, pero también a su entorno y a los distintos ámbitos sociales como pueden ser trabajo, centros educativos y zonas de ocio. Vivimos en un mundo que cada vez demanda más seguridad y no hablo solo de seguridad ciudadana, hablo de seguridad en los comercios, en las transacciones económicas, en la sanidad, en nuestras relaciones sociales y si nuestras autoridades no la proporcionan, la sociedad se vuelve insegura y vulnerable al miedo.
La sociedad percibe la seguridad ciudadana de dos formas; la objetiva y la subjetiva, la primera es la tangible, la que manda a un chico de 18 años al hospital después de recibir una paliza por el mero hecho de pasar por una determinada zona o la detención de un joven con más de 100 antecedentes policiales y que sigue delinquiendo sin temor alguno a las repercusiones de sus actos. La segunda, la no tangible, nos habla de la sensación de inseguridad que se transmite entre los ciudadanos tras conocer sucesos violentos o delincuenciales en su entorno más próximo, esta segunda es más peligrosa por su efecto líquido.
Está claro que en estos momentos nos enfrentamos a un problema muy real, los fríos datos así lo indican, pero sobre todo nos enfrentamos a sensaciones que antes no se vivían de esta forma. La delincuencia generada por jóvenes que se mueven en el arco de los 14 a los 24 años es un problema que tenemos sobre la mesa, un problema del siglo XXI que no podemos afrontar con herramientas del siglo pasado.
La presencia policial en las calles es lo que más demanda la sociedad cuando se encuentran problemas reales de inseguridad, pero las personas que nos dedicamos al análisis de esta materia de seguridad sabemos que esas herramientas son solo el último eslabón de una cadena que abarca desde el estudio delincuencial de las distintas zonas y como la sociedad reacciona ante esos hechos, hasta la elaboración de mapas delincuenciales según geo localización del delito.
Es hora de poner sobre la mesa cuestiones sobre los diseños reales de ciudades seguras, denominadas Smart City, saber si la coordinación entre los distintos actores es la correcta. Pero sobre todo es hora de hacer y no decir, los modelos policiales exclusivamente reactivos ante el delito, son parte del pasado, es hora de apostar por una seguridad global basada en la inteligencia y para ello es necesaria una voluntad de trabajo en una materia tan importante como la seguridad como un valor social. Nadie se extraña cuando se invierte grandes sumas de dinero en Investigación y Desarrollo en los campos como la medicina, las nuevas formas de energía o la comunicación. Porque la seguridad va a ser menos que esos campos, los que nos dedicamos a este campo debemos conseguir hacer la pedagogía suficiente en esta materia para hacer ver que una sociedad más segura es una sociedad más libre.
Gustavo Galarreta es especialista en seguridad y socio de Pompaelo.
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