Artículo publicado originalmente en El Deber de Bolivia.
Suelo escribir desde las convicciones del conocimiento. Suelo hacerlo, pensando en que lo que diga no es personal. Sin embargo, esta columna la escribo no como historiadora nacida en Chile, sino como historiadora formada en Bolivia. Escribo porque viví en Bolivia, y porque tengo una hija cruceña. Escribo desde la convicción de saber que, para volver a pisar tierra camba, pasará tiempo. Sé que no soy la única que piensa así. Tengo a muchos de mis exalumnos en el exilio. Forzado o no, muchos están fuera de Bolivia a causa del deterioro de la convivencia social en el país y porque las oportunidades que tenía Bolivia a principios de los 2000, ya no existen.
Amigos del alma están en distintos países, viendo este infierno. Familias enteras fracturadas. Permítanme desde esta tribuna y con todo el respeto que se merecen decirles lo que se ve claro como el agua.
El socialismo del siglo XXI sigue recetas distintas al socialismo del siglo XX. Su anclaje no es el clásico. Donde sea que aplique la receta, empieza más o menos por lo mismo. La instalación de una Constitución llena de derechos para la galería, pero que no se respetan. La utilización de los pueblos indígenas invocando injusticias ancestrales, la creación de una mayoría parlamentaria a prueba de todos los entuertos y ligues posibles, gente con escasa educación cívica y manipulable. Siguen, la penetración del poder político del partido revolucionario en las más altas esferas del Estado. Eso lo primero.
A continuación, viene una segunda fase. Procede la desinstitucionalización de los mecanismos de control electoral, la tuición de los medios de comunicación estatales, la instalación de vocerías de gobierno a prueba de balas argumentativas y la creación de liderazgos absolutamente incondicionales al poder político. Uso de los jóvenes que, con un claro e idealista interés en la política, se sumergen en la ideología del cambio, como si fueran absorbidos por un mantra. Allí están gente más formada, incluso con postgrado en países de la órbita socialista, convencidos que todo lo pueden en la convicción de que el modelo económico y el derecho internacional están o han de estar al servicio de los pobres. Pobres, que en realidad no se trata de gente sin recursos, sino gente sin poder.
Así, se suman al poder político, que conciben como una vía para obtener lo que, por la vía de los méritos, no obtendrían ni en esta vida o en la otra. Hombres y mujeres que salen de la nada y que, andando en la militancia, consiguen riquezas y poder gracias a su participación en la política. Gente que se arregla para vivir de los demás, verdaderas sanguijuelas.
En una primera línea y hablaré desde lo que he visto, dirigentes vociferantes, en la segunda, líderes construidos desde la ideología, gente descartable, reciclable y corrupta, no porque piensen distinto a uno, sino porque cobran dinero por estar donde están. En el tiempo, años, se desgastan unos y continúan los otros.
En los países que adoptan este socialismo del siglo XXI, se forman cúpulas de gestión que crean formas de comportamiento, formas de silenciación, de cancelación y de alejamiento de la crítica. Escuelas de pensamiento, logias de intelectuales, feministas recalcitrantes, indigenistas radicales, adivinen guiados por quién…
Personajes que no debaten, imponen y crean realidad. Si no eres progresista eres neoliberal, si no eres feminista o indigenista estás con los ricos, con la cultura patriarcal, con los opresores de las mujeres. Esquemas donde se honra la fragmentación, la ruptura, la cancelación. Nada de bueno obedece a los logros del siglo XX y la gente mayor. Fuera con ellos.
Los primeros años del MAS han sido esto. Pero no es todo. La violencia que supone, pero se normaliza, se acompaña de descalificación, ruptura de las élites, desprestigio permanente de cualquier cosa que no sea el control del Estado y en Bolivia, además, de terrorismo de Estado. Entonces la gente “bien” comienza a marcharse. Se van los capitales, las grandes riquezas huyen y llegan los chinos. Los chinos que se lo llevan todo y negocian con ese socialismo radicalizado. En lo internacional, el establishment se deja acompañar de determinados amigos y un odio parido a los Estados Unidos; fuente de todos los males y destino de todos los dardos. Sin embargo, el ingrediente que lo sepulta todo es la penetración de “esos amigos” en las fuerzas armadas. ¿Se olvidaron de la salida de miles de cubanos y venezolanos cuando huyó Morales?
Este largo preámbulo, sin cuestiones nuevas asumo, es para contarles lo que viene, porque tal parece que Bolivia no se percata en lo que está metida y está en una lucha callejera que no llevará a nada.
Hace unas semanas, nos espantamos todos de lo ocurrido con el presidente Castillo en Perú. Nos espantamos porque su declaración era de otra época, de otro mundo. Era un golpe de Estado. Uno en el que se pensaba que todo era blanco y negro y que las instituciones del Estado estaban al servicio de un presidente de un populismo exacerbado. Causas en su contra, parentela inmiscuida en líos de dinero, confesiones ministeriales de soborno salieron a la luz y definieron que el Congreso asumiera su papel.
Pues bien, el Perú este 2022 ha demostrado que la crisis de la clase política, así como la corrupción tiene límites. Bien por el Perú, y esperemos que la actual presidenta interina logre sofocar a las masas que pugnan por el establecimiento de un socialismo del siglo XXI que claramente ha sucumbido en un Perú que solo pretende no perder sus logros. ¿Bolivia intentó hacer algo así el 2019? No. Todos se hicieron humo hasta llegar a Jeanine Añez. Aquí vemos la primera diferencia, quizás algo tempranamente dirán algunos. En Bolivia, el poder legislativo no funciona desde entonces, pero la acusación de una Lidia Patty tiene gente presa.
Notable. Otra prueba más de la ausencia de Estado de Derecho.
Pero cuando ya acaba el año, el socialismo del siglo XXI, cual viruela del siglo XIV, ha atravesado en una segunda ronda Los Andes. Incubado por años, hoy todos los cuerpos del Estado están enfermos de odio en el “Estado Plurinacional”. Pletóricos de palabrería barata, de mecanismos de control de los actores políticos, hoy no hay separación de poderes del Estado, hay la palabra del masismo y punto. Si viene desde Cochabamba o de La Paz, da lo mismo. Forma parte del show.
Así, daba igual lo que dijera el abogado de Camacho en la audiencia, como da lo mismo lo que se haga desde Santa Cruz. Bolivia ha dejado de existir.
Es un territorio donde no se escucha a la ONU, donde no impera el derecho internacional, donde el sistema internacional no opera – al igual que en Venezuela, Nicaragua o Cuba-; donde tampoco se respetan los derechos de las personas o se escuchan otras voces, como la voz de la Unión Europea, quienes, con la mejor intención, intentan poner un alto al patio.
Entonces, ¿por qué espantarse por el arresto de Luis Fernando Camacho? Pues porque los cruceños fueron inocentes. Pensaron livianamente que el Estado masista no se atrevería a ingresar a Santa Cruz de la Sierra.
Craso error. El MAS ha seguido la receta. Faltan los demás actores, pero hay tiempo. Calma, irán a por todos.
Inocentes los cruceños, pensaron en que no se podría hacer nada más en Santa Cruz. Craso error, porque ya están qué rato en todas partes. En los cargos, en la fiscalía, en el poder judicial, en los servicios públicos, en la policía, en las fuerzas armadas. El MAS ha puesto a Santa Cruz a todos a bailar al ritmo del socialismo del siglo XXI.
Han paralizado el modelo cruceño, han atacado al núcleo de su fuerza. ¿Qué parte no se entiende que están en el medio de una revolución y que no han generado partido político nacional y herramientas que tengan la fuerza para oponerse a una maquinaria como la del MAS?
Llevan años pensando en que no los iban a tocar. Pues bien, ya los redujeron. ¿Ahora vendrá la aplicación del artículo 137 de la CPE sobre los Estados de Excepción? Quizás. Si lo aplican, se delatan ante la Asamblea. Quizás no lo declaren. ¿Pero a quiénes van a juzgar con pasamontañas? ¿Quién va a delatar al comando que arrestó al gobernador de Santa Cruz? ¿Qué juez va a hacer justicia? ¿Dónde?
Pero, qué más da. En Bolivia ha cesado el Estado de Derecho. Hoy todos los dirigentes cruceños están bajo amenaza y en Santa Cruz, no hay embajadas donde asilarse. Mañana llegará un comando y raptará a los cívicos, a cualquiera, de a uno en uno.
¿Lo pensaron? Claro que no lo pensaron, como tampoco lo previó Luis Fernando Camacho, quien creyó que no se atreverían con él. En Santa Cruz siguen creyendo que van a salir por las buenas de todo esto, de forma pacífica, con millones en las calles y con la Cruz en sus manos. Soy creyente. Profundamente, pero eso no ocurrirá. Ya no ocurrió. Por favor despierten. El federalismo, que devuelvan a Camacho ya no llegará. La lucha autonomista forma parte de un pasado que no volverá.
El gobierno del MAS aguardará un par de semanas y seguirá con la purga. Sí, purga. Aprovecharán carnavales y seguirán. Será eso, a menos que el país entienda que lo que está en juego son mucho más que los juicios de Camacho y la brutalidad infringida a Jeanine Añez. Si los bolivianos no se unen ahora con una mirada nacional y no instrumental, el MAS arrasará con todo. La Comunidad Internacional no tiene margen.
Están avisados.
Loreto Correa es historiadora
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