En torno a la «Gamazada»

Los hitos fundamentales de la Gamazada son bien conocidos. Ahora bien, abundan los que tratan este episodio repitiendo siempre lo ya sabido en el mismo estilo más o menos épico, nostálgico y altisonante empleado en 1893-1894 y lleno de afirmaciones rotundas, ausentes de cualquier matiz o atisbo de duda.  No obstante, pese a los avances de la historiografía, todavía hay no pocos aspectos desconocidos o selectivamente “olvidados”  e interrogantes sin responder sobre tal acontecimiento. A continuación expongo algunos de ellos casi telegráficamente. 

 “La Gamazada” se inserta en el marco de la crisis agrícola y de las protestas generalizadas en toda España contra los proyectos, “esencialmente ruinosos”, de Gamazo. Las manifestaciones, que se desarrollaron entonces en no pocas ciudades de forma similar a las de Pamplona, provocaron el temor a los desórdenes y que, en algún caso (por ejemplo, en Borja, Zaragoza), se enviaran fuerzas del Ejército. 

La obra del profesor, periodista y funcionario catalán Daniel Balaciart La Gamazada: historia encomiástica desde los últimos días de la creación (1894), escrita “con sal y pimienta”, de la que di cuenta en 2010, abre la puerta a indagar sobre el origen, el momento e incluso la paternidad del término y su utilización fuera de Navarra.

Aunque se repite con frecuencia, en la jornada de Castejón del 18 de febrero de 1894, a la que asistieron también aragoneses y riojanos, no ondeó la ikurriña propiamente dicha. Según uno de los testigos presentes, Nicanor Larráinzar, carlista y furibundamente antinacionalista vasco después, señaló que la bandera exhibida entonces “se formaba de fondo rojo subido, con cruz blanca, resaltando en los vacíos que dejaba el signo de nuestra redención unas estrellitas verdes”. Ya en 1908 el futuro alcalde de Estella manifestó que, al ver que no aparecía en ella el color amarillo de la bandera española,  había jurado oponerse a que en su ciudad, “tierra bendita de la lealtad española, foral y monárquica”, entrase el nacionalismo.

Es necesario investigar con rigor la postura observada por las provincias Vascongadas en la crisis foral, pues ya en agosto de 1893 algún periódico navarro se quejó de que sus representantes en Cortes habían votado en sentido contrario al de los navarros.  Lo mismo habría que hacer  en lo que se refiere al propio Sabino Arana. Su entusiasmo por la causa de Navarra no impidió que, cuando la Diputación Foral decidió aportar 50.000 duros para los gastos de la guerra de Melilla, en diciembre de 1893, Bizkaitarra escribiese: “Espantosa caída la de Nabarra: desde la cumbre de la más noble altivez hasta la sima del más bajo servilismo”.

También falta por estudiar con profundidad la actitud de la Diputación Foral en la etapa que hace años denominé “la Salvadorada”, del ministro riojano Amós Salvador, que, en marzo de 1894 sustituyó a Gamazo en el ministerio de Hacienda, y siguió su misma política respecto a Navarra. 

Asimismo, se tiende a olvidar que, además de las continuas expresiones de navarrismo más o menos radical y otras favorables al unionismo vasco-navarro, también se habló de España como la “patria común”. Así, el propio militar republicano y anticlerical Basilio Lacort Larralde, que en agosto de 1893 se mostró ardorosamente fuerista y  a la par  llegó a sostener que “los navarros son españoles antes que navarros”. Lo mismo puede decirse de una decena de colaboradores del número único de “Navarra ilustrada” (1894) dedicado a “la Gamazada”.

Sería muy interesante conocer la actitud de los numerosos guardias civiles y jefes y oficiales del Ejército nacidos en Navarra. Así, la del entonces capitán de la Guardia Civil Benito Beorlegui Mendizábal (Pamplona, 1853), al que sus superiores felicitaron y agradecieron “la cooperación que prestó con fuerza a sus órdenes” en la persecución de la partida fuerista levantada por el sargento  López Zabalegui” en junio de 1893.   

Pese a la insistencia en el fervor fuerista de los navarros, sus aportaciones no fueron suficientes para levantar el Monumento a los Fueros. De ahí la ironía de El Eco de Navarra que en 1900 sugirió poner un cartel encima de los cimientos  de la obra en el que pusiera que hasta ese nivel habían llegado “las aguas del entusiasmo de los Fueros” .

                                    Ángel García-Sanz Marcotegui

                                    Profesor honorario de la Universidad Pública de Navarra 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies