Salir del bucle

(Artículo publicado originalmente en Diario de Navarra el 24/06/2024).

Estos días estoy teniendo ocasión de escuchar a una serie de profesores con los que no estoy completamente de acuerdo, y aprender mucho. Una de las cosas que muestran, con datos (al fin y al cabo es un curso de economía moderno) es que la polarización de la gente se reduce cuando es capaz de elegir las fuentes de información que recibe. Parece obvio, pero hay dos derivadas importantes. Primero, demuestra que la gente, si puede, prefiere no cegarse. Y segundo, muestra que en general no puede: la inmensa mayoría se informa a través de redes sociales en las que se muestra, una y otra vez, la misma noticia regurgitada por doce supuestas fuentes sin capacidad de generar noticias propias. Y esa noticia, por repetición, se hace creíble. Aunque sea falsa.

Facebook y sus filiales siguen un modelo de rentabilización que ya es público y notorio: muestran a sus usuarios contenidos con los que se puedan sentir identificados y que vayan a provocar una reacción de participación. Otra forma de decir lo mismo es que nos muestran historias que refuerzan nuestros prejuicios y elecciones, e intentan escandalizarnos para que apoyemos, ataquemos o defendamos lo que los cuestiona. No sólo crean cámaras de eco sino que nos empujan, por oposición, a las posiciones más radicales dentro de ellas.

Twitter es aún peor. En su día se podían elegir las fuentes, pero desde la llegada de Musk, el foco ha pasado a una lista de mensajes “para tí” que ya no son de quienes seleccionamos, sino que incluye una proporción creciente de provocaciones: personas o contenidos que destacan por la cantidad de reacciones adversas que generan en la gente que se nos parece. En resumen, Twitter está jugando a ponernos trapos rojos para fomentar la participación, de nuevo reforzando las posiciones más radicales.

Los grupos de Whatsapp o Telegram con frecuencia reproducen el modelo de Facebook. Agrupan personas que piensan lo mismo, difunden datos sin validar, dan cancha a los extremos, y recompensan lo que refuerza sus prejuicios.

Y del algoritmo de TikTok mejor no hablamos. Ahí no hay posibilidad de elegir, y sabemos que llega a difundir propaganda de organizaciones criminales ofreciendo su ayuda para la emigración ilegal desde África, por poner un ejemplo de irresponsabilidad.

Comentaba Abhijit Banerjee, que además de profesor es premio Nóbel por estas cosas, que la información falsa (desinformación, propaganda, mentiras) que se difunde en las redes es un problema real que necesita una estructura para combatirla, una estructura que no existe aún. Y especulaba con cómo podría crearse. Lo primero que se le ocurría, por supuesto, es que debería estar lejos del alcance de los gobiernos, porque son los primeros interesados en controlar qué se dice o no se dice. Sugería que debería ser algo más cercano al poder judicial. Veremos si elabora; la idea es interesante.

El pasado 13 de Junio Pompaelo reunió en Pamplona una mesa redonda para hablar de la libertad de prensa. El primer elemento necesario que se señaló es la independencia financiera: si los medios no pueden pagar sus propias cuentas, nunca serán independientes. El segundo fue la autodefensa: sin capacidad o voluntad de enfrentarse colectivamente a las injerencias del poder (político o no), los periodistas acaban divididos entre los que le sirven y los que sirven a sus lectores. Pero el tercero fue la sociedad: si la sociedad no tiene claro que su libertad depende de que exista libertad de prensa, y de que ésta depende de que tomemos las decisiones oportunas (incluyendo, sí, pagar por una prensa de la que nos fiemos) la perderá. Lo que no se aprecia deja de existir.

De esa mesa redonda salieron, para quienes quieren verlos, deberes para todos. Para las empresas de medios salió la petición de buscar la independencia. Para los periodistas como profesión, la de plantarse cuando se abusa de ellos, intentando silenciar datos o convirtiendo el acceso en privilegio para serviles. Para la sociedad, la de asumir que la libertad de prensa hay que pagarla. En los tres casos son deberes que tenemos pendientes.

La buena noticia, como resalta también la evidencia que nos están mostrando estos días, es que cuando estas cosas cambian, el comportamiento de la mayoría cambia también. Bajan los prejuicios y la polarización, para empezar. Y no es mal comienzo.

A riesgo de que parezca que cambio de tema, esto importa. Porque los comportamientos y preferencias que damos como fijos, inamovibles, no lo son. Cuando cambian las razones por las que tomamos las decisiones, cambian las decisiones. Cuando cambia la información con la que las tomamos, también.

No lo digo yo. Lo dice la evidencia de cientos de estudios. Busquen a Banerjee y Duflo; su libro está traducido. Hay esperanza.

Grabación de la sesión del 13 de Junio de 2024.

Imagen de cabecera de Marek Pospíšil vía Unsplash.

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