Pogromo.

Los delitos de odio, un síntoma preocupante

(Artículo publicado originalmente en Navarra Información el 12 de Mayo 2022).

Aún queda gente en Navarra, mucha gente, que no sabe lo que son los delitos de odio. Gente que cree que se trata de “pensar algo” o “sentir algo”, como si opinar o sentir pudieran ser delitos.

Pero no. Como explica muy bien la fiscal María del Campo, los delitos de odio son delitos comunes con el agravante de que la víctima no se elige por ser quién es, o por algo que haya hecho, o por estar en el lugar equivocado, sino por pertenecer a un grupo contra el que se tienen prejuicios: un grupo al que se discrimina, al que no se reconocen los mismos derechos que al resto.

Creer que alguien es mala persona por pensar o vivir de un modo determinado, no es delito; ni siquiera odiarle por ello es delito. Pero si esas creencias nos llevan a agredirle o a maltratarle, haciendo algo que no haríamos a una persona que no pensara o viviera así, el delito cometido es más grave porque va dirigido contra toda una clase de personas a la que estamos discriminando, negando derechos que legalmente tienen.

La discriminación por raza, sexo, orientación sexual o ideología (entre otras) no son tan raras como nos gustaría creer. Ya hemos escrito sobre la evolución de los delitos de odio en Navarra, que es excepcionalmente mala en el contexto nacional. Pero todo lo que se pueda escribir se queda corto, porque la mayor parte de los delitos de este tipo no se denuncian; unas veces por miedo a las represalias y otras por ignorancia. Para añadir el insulto a la injuria, en Navarra es frecuente que denuncien delitos de odio por razones ideológicas colectivos que son notorios por protagonizarlos. El terrorismo, al fin y al cabo, es la máxima expresión de un delito de odio, sea quemando mezquitas, volando sinagogas, o asesinando políticos del signo contrario. Las asociaciones de víctimas han sido un ejemplo de civismo en ese sentido, en un contexto en que algunos sectores políticos han normalizado (y normalizan) comportamientos de odio y acoso a los disidentes. En Navarra cuesta poner esa pieza del puzzle sobre la mesa. Y es importante, porque no se puede rechazar la discriminación de un tipo mientras se justifica otra.

Y eso que aquí se trabaja bastante en este terreno. La Policía Municipal de Pamplona, por ejemplo, tiene un programa, sufragado por fondos europeos, que lo ataca directamente: “Pamplona frente al odio” moviliza a la sociedad civil para detectar estos casos y ponerles coto. Otros cuerpos, como la Guardia Civil, llevan a cabo acciones continuas de formación y concienciación. El Gobierno de Navarra dedica varias direcciones generales a estos temas. Ysin embargo, datos en mano, queda mucho por hacer.

Maite Pagazaurtundúa, cuyo trabajo en temas de derechos fundamentales es bien conocido, alumbra con su oficina en el Parlamento Europeo un documentado estudio,llamado “Cartografía del Odio”, que abarca varios países de la Unión y recoge lo que se sabe de los delitos de odio: los que se denuncian y los que no, las causas que los motiva, las estructuras que los previenen… Un estudio de obligada lectura para los interesados en este ámbito, lleno de lecciones aprendidas y también de tareas pendientes.

La eurodiputada viene a Pamplona el próximo día 24 de Mayo para presentar su estudio en un coloquio organizado por la Asociación Pompaelo, con la participación de Policía Municipal y Guardia Civil, en el que se espera contar con entidades de la sociedad civil de todo el espectro afectado, desde las orientadas a Estado de Derecho a las dedicadas a los Derechos Fundamentales o la defensa de distintos grupos discriminados, y también varias instituciones. Esperamos que sirva para avanzar en el debate y poner en común lo mucho que hay por hacer entre todos. Que la igualdad ante la ley sea real es un elemento necesario para que exista libertad, para que exista democracia, para que la convivencia no se reduzca a acatar la voluntad del más fuerte.

Ese es el reto que hay que resolver y la razón por la que los delitos de odio son un síntoma preocupante de la salud de nuestra sociedad. Nos indican lo que nos queda por hacer para tratarnos como iguales.

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