El origen del Privilegio de la Unión

(Continuación de la serie sobre el Privilegio de la Unión).

Considerar los conflictos bélicos acaecidos en Pamplona en el siglo XIII como la causa directa de la creación del Privilegio de la Unión, es ciertamente excesivo. Tras la destrucción de la Navarrería en 1276, se terminó la época de las grandes luchas intestinas que sufrían los habitantes de las cuatro poblaciones (San Cernin, San Nicolás, Navarrería y San Miguel). Sin embargo, a lo largo del siglo XIV se van a reactivar en varias ocasiones los enfrentamientos entre los habitantes de Pamplona, que llevarán a los reyes a tener que intermediar para poner paz y orden.

Por fin, reinando Carlos III “el Noble” (1387-1425), se puso punto y final a todos estos conflictos y divisiones que se arrastraban desde hacía siglos. Pero antes de abordar las causas directas de la creación y firma del Privilegio, resulta interesante y necesario asomarnos brevemente a la figura del monarca para entender su forma de actuar.

Semblanza de Carlos III

Su padre, Carlos II “el Malo” (1332-1387), de la dinastía de Evreux, reinó durante una época convulsa plagada de luchas sociales y políticas. La sombra de la Peste Negra (1347-1350) y una serie de crisis climáticas, crearon un excelente caldo de cultivo para convertir al siglo XIV en una de las centurias más agitadas de la conocida como Edad Media. A esto se sumaron los continuos conflictos bélicos que se dieron por toda Europa Occidental, siendo el más destacado la guerra de los Cien Años (1337-1453). La política exterior que adoptó Carlos II fue la propia de su tiempo, caracterizándose por la defensa de sus posesiones y el enfrentamiento con sus parientes, los monarcas franceses. Así pues, sus anhelos conquistadores llevaron al reino de Navarra a una delicada situación. 

Carlos III vino al mundo en Mantes-la-Jolie (Francia) el 22 de julio de 1361. A diferencia de su padre, éste dejó a un lado el belicismo y se centró más en la diplomacia y en la paz con sus vecinos. Se casó en 1375 con Leonor de Trastámara, hija de Enrique II de Castilla, matrimonio que creó una fuerte alianza de amistad entre este reino y el navarro. Subió al trono en 1387 y desplegó una política pacificadora que traería consigo grandes beneficios para la corona navarra, convirtiéndose así en uno de los monarcas más respetados de su momento. Durante su largo mandato logró sellar la paz con sus vecinos (Castilla, Aragón, Francia e Inglaterra) estableciendo una eficaz política matrimonial. Además, logró mejorar la situación económica de sus posesiones, iniciando una serie de importantes reformas legislativas y administrativas. 

Nacido y educado en la corte francesa, trajo a Navarra un mundo de desarrollo cultural y artístico. El palacio de Olite será buena muestra de todo el lujo, elegancia y refinamiento característicos del nuevo monarca. 

En Pamplona también sorprendió con sus fiestas, corridas de toros, torneos y animales exóticos, tales como avestruces o camellos, los cuales guardaba en el palacio de San Pedro y en otros lugares de Pamplona. Al parecer en la calle Mañueta el rey tuvo por un tiempo un león. Lo atestigua un documento fechado el 23 de agosto de 1418, en el que se da aviso de la muerte del felino.

Por todo ello, Carlos III de Evreux bien mereció el sobrenombre de “el Noble”.

La causa directa del Privilegio

Durante los años en los que reinó Carlos III, previos a la firma del Privilegio, tuvo que intervenir personalmente en puntuales ocasiones en las que las diferentes partes no se ponían de acuerdo respecto a asuntos territoriales como las alturas de las casas de la Población lindantes con el Burgo o los límites que debían respetarse entre ésta última con los de la Navarrería. El monarca llegó a presentarse personalmente para solucionar los problemas, que en todas las ocasiones se remediaron de forma pacífica, haciendo buena gala de su buen carácter y destreza en el arte de la diplomacia. Así mismo, desde mucho antes de la firma del Privilegio, Carlos III ya trataba a los tres núcleos de Pamplona de la misma manera y dispensaba favores y reconocimiento a partes iguales. Sirva de ejemplo que, desde 1416, cuando quería enviar algún tipo de documento a la ciudad, no lo hacía triplicado, sino que realizaba un único escrito. 

Pero aun y todo, las élites de las tres universidades (término usado en la época para referirse a San Cernin, San Nicolás y Navarrería) mantenían unas envidias producto de un continuo pulso sobre quién ostentaba mayor importancia y precedencia a la hora de aplicar las férreas normas del protocolo institucional. Estas discordias terminaban trascendiendo y extendiéndose entre el pueblo llano, haciendo que la tensión nacida de la división aún existente entre las poblaciones de Pamplona siguiera vigente.

Sirva de ejemplo de lo anterior lo acaecido el 13 mayo de 1422, fecha en la que Carlos III dio aviso a los tres estados del reino de que iba a llegar a Navarra su hija Blanca con su amado nieto Carlos (futuro príncipe de Viana a partir del 20 de enero de 1423) y deseaba que todos los representantes del país estuvieran presentes en Olite para recibirles. Pues entre las autoridades pamplonesas se inició un conflicto sobre quiénes debían de ser los elegidos para acudir a la cita. Las envidias personales de los mandatarios quedaron una vez más patentes y, como ocurría siempre, contagiaron a la vecindad haciendo de nuevo aumentar las rivalidades. Y lo mismo sucedió cuando fue necesario seleccionar a quienes estarían presentes el 11 de junio de ese mismo año en la jura como heredero del reino del príncipe Carlos. 

Pero no acabó ahí la cosa pues cuando poco tiempo después, en julio, quiso el rey que Pamplona se preparase para recibirle a él y a su nieto para realizar la presentación oficial del heredero a sus súbditos pamploneses, las envidias y el orgullo de las élites alcanzaron una cota desmedida. De hecho, llegando Carlos III a la ciudad, los ciudadanos organizaron tal escándalo que sorprendió al monarca, quien fue testigo de la tensión que se había extendido por toda la vecindad, la cual amenazaba con llegar a las manos. Así mismo lo dejó plasmado en el prólogo que redactó en el documento del Privilegio. 

Dando buena muestra de su carácter pacificador y ganándose de nuevo el sobrenombre de “el Noble”, el rey se reunió con las tres partes para solucionar lo que venía siendo un problema que se alargaba en el tiempo. Carlos III convocó a todos los representantes de la Población, del Burgo y de la Navarrería, quienes le hicieron saber que la causa de tantas discordias emanaba de la división de las tres jurisdicciones que aún persistía en Pamplona. Por ello, entre el monarca, los representantes de las tres universidades, los alcaldes de la corte y los hombres de leyes, redactaron el documento que zanjaría el problema y traería una ansiada paz a Pamplona. Nacía así el Privilegio de la Unión.

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