Pamplona antes del Privilegio de la Unión (IV)

Los primeros proyectos de unificación de Pamplona

Un primer intento de Unión

Como hemos visto, en el año 1266, reinando Enrique I “el Gordo”, de la dinastía de Champaña, tuvo lugar el primer intento de unificación entre los cuatro núcleos de población. La mayoría de los habitantes de Pamplona apoyó el proyecto e incluso el rey lo aceptó y juró. Pero poco duró, ya que los canónigos de la Navarrería no fueron partidarios de dicha alianza, oponiéndose frontalmente a ella, pues se sentían atacados al ver peligrar sus privilegios y derechos, motivo por el que convencieron al monarca, previo pago de una sustanciosa donación de treinta mil sueldos, de que anulase el tratado y quedaran libres de la proyectada unificación los vecinos de la Navarrería. Las consecuencias de este acto terminarían siendo funestas para los habitantes de la vieja ciudad, pues esta oposición mantuvo vivas las diferencias existentes entre los vecinos, alimentando aún más la separación y el distanciamiento que finalmente desembocarían en la destrucción total de la Navarrería en 1276.

El concordato de 1281

Uno de los efectos jurídicos que tuvo la guerra de 1276, es que la Iglesia comenzó a perder poder sobre la jurisdicción de Pamplona. El obispo, Miguel Sánchiz de Uncastillo (1277-1287), pidió en vano indemnizaciones al rey Felipe III de Francia (1270-1285) por las pérdidas sufridas en el desastre. Llegó incluso a quejarse ante el papa, trasladándole la idea de que la Iglesia había quedado desplazada en favor del monarca.

Finalmente, en 1281, el cabildo de la ciudad logró pactar un concordato con los representantes de la reina Juana I (1274-1305) para repartirse entre mitra y corona Pamplona con sus términos y rentas. Se estipuló que solo existiese un alcalde y que éste fuese elegido por consenso entre las dos instituciones. Juana I dio permiso para reconstruir la Navarrería y devolvió lo perdido a los agraviados, además de pagar una suma de cuatro mil sueldos de renta anual al obispo. Para poder aprobar lo acordado, este marchó a Roma buscando la conformidad del papa Marín IV, quien echó por tierra lo conseguido al dar su negativa a que se hiciera efectivo el concordato.

La unión entre San Cernin y San Nicolas

Corría el año de 1287 cuando la vieja Navarrería, con su judería y el pequeño burgo de San Miguel, solo era ruinas y campos de cultivo de cereal. Por aquel entonces Pamplona estaba compuesta por el Burgo y la Población, quienes habían mantenido vigente la unión jurada en 1266, rota por el rey Enrique I “el Gordo”, pero esta carecía de formalidad jurídica. Por ello decidieron celebrar una sesión conjunta el 13 de julio de 1287, donde se ratificó el juramento hecho años atrás y se establecieron nuevos puntos. Así, se juró que, a partir de ese momento, ambos burgos serían uno y  tendrían un único consejo, una única comunidad y unos mismos jurados que los representaran. Estos serían veinte, siendo elegidos diez por cada núcleo. Se encargarían de recaudar los impuestos y las diferentes rentas e invertirían los ingresos en beneficio de la comunidad. La permanencia de estos jurados se fijó en un año y una vez finalizado deberían de elegir a sus sucesores entre los mejores ciudadanos. Así mismo se estipuló que habría dos alcaldes, uno por cada núcleo antiguo, los cuales impartirán justicia de acuerdo con sus respectivos fueros. Además, se revisaron las normas urbanísticas y se fijó que los de la Población podrían alzar los muros de las casas que estaban enfrentadas a la muralla del Burgo, dejando atrás de una vez por todas las humillaciones sufridas tras lo sucedido en 1222.

A pesar del visto bueno del rey Felipe I “el Hermoso” (1284-1305), el acuerdo carecía de fundamento jurídico, ya que la Iglesia seguía teniendo la catedral y por ende la propiedad de Pamplona. 

El segundo concordato

El 10 de abril de 1291 la Corona y la Iglesia y firmaron un segundo concordato en el que se estableció que compartirían el dominio de la ciudad, con sus tierras y sus rentas. A diferencia del que se intentó aplicar en 1281, en esta ocasión no se planteó un único concejo, sino que cada núcleo de población tendría el suyo. Las autoridades del Burgo serían elegidas por decisión conjunta entre el rey y el obispo; las de la Población y la Navarrería por el monarca y el arcediano de la mesa (el diácono principal de la catedral), y las del pequeño burgo de San Miguel, en ese momento desaparecido, serían elegidas tras su reconstrucción por el rey y el hospitalero de la seo. Tras varios años de espera, en 1298 el papa Bonifacio VIII aprobó el concordato.

Este nuevo pacto suponía una vuelta al fraccionamiento que había tenido la ciudad antaño. Por ello, el Burgo y la Población se negaron a aceptarlo, defendiendo la unificación que habían establecido en 1287. Las protestas no se hicieron esperar y presentaron un recurso a Roma para derogarlo. El proceso comenzó en 1303 y las reclamaciones seguirán produciéndose hasta 1307, cuando el nuevo rey de Navarra Luis I “el Hutín” (1305-1316), de la dinastía francesa de los Capeto, llegó a Pamplona desde París para ser coronado en la catedral. Para ello fue el propio papa quién dio permiso de volver a abrir la seo y ser utilizada tras treinta y un años cerrada debido a los actos sacrílegos ocurridos en su interior en la guerra de la Navarrería de 1276. Concluida la coronación, y antes de partir de nuevo para Francia, el monarca aprobó el concordato de forma definitiva.

Pamplona pasa a manos del rey

1319 fue una fecha importante para Pamplona, pues en octubre de ese año se firmó el pacto que ponía fin al control de la Iglesia sobre la ciudad, de tal forma que su gobierno y gestión pasaba a manos del rey, quien dejó además constancia de su deseo de reconstruir la Navarrería.

Gobernaba por aquel entonces Felipe II “el Largo” (1316-1322) y era obispo Arnaldo de Barbazán (1318-1355), figura de gran importancia para la ciudad, pues desarrolló una considerable labor constructora en la seo, siendo el artífice, entre otras cosas, del refectorio y de la capilla de Santa María, luego llamada “Barbazana”, en donde descansan sus restos. Este nuevo y definitivo concordato de cesión de la propiedad de Pamplona a la Corona fue clave para que en el siguiente siglo se pudiese realizar una unión sólida y duradera de todos los núcleos de población que la conformaban. Finalmente, en 1324, el rey Carlos I “el Calvo” (1322-1328), concedió el Privilegio de la reedificación de la Navarrería. 

(Imagen: fragmento de recibo de la Cámara de Comptos).

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