Pobre de mí

Quedan poco más de 24 horas para que acaben las fiestas de este año. No es mal momento para repasar cómo están yendo.

Un año más en el que no habrá «encierro de las villavesas», esta vez porque siguen en huelga. Un año en el que Asirón ha intentado suplir calidad con cantidad y volumen, atronando la ciudad doce horas al día (de tres de la tarde a tres de la mañana en fin de semana) mientras los nativos huyen buscando lo que debería estar aquí. Alguno nos ha escrito desde la reunión de Oasis, dándonos envidia. Si alguien está intentado construir unas fiestas atractivas y con futuro, debe de ser en otra ciudad.

Un año más en el que los socios de Pompaelo han participado en la fiesta a su manera, con almuerzos, toros y reuniones para ver los cohetes, y por supuesto participando en los momenticos que las fiestas crean en todos los horarios. Un año en el que no han salido los pelotos de Pompaelo (porque, dice el dueño del local, le han amenazado con precintarle la puerta).

Está siendo un año raro, con un ambiente marcado por el nacional aunque sea por ausencia. Aunque los gritos contra Pedro Sánchez han sido pocos, se han notado. Que increpen a un alcalde durante la procesión de San Fermín no es noticia, pero este año han increpado a Asirón. Por lo demás, la ciudad se ha puesto de espaldas al momento social y político general gracias a la consigna universal de defender la fiesta… y a la consigna específica de la Federación de Peñas, criatura de Bildu, de proteger y arropar a sus socios de un PSN carcomido por los escándalos. En cualquier otro lugar, desde Cádiz a Valencia pasando por Zaragoza, la chirigota habría sido imparable. Y sana también; el silencio forzado rara vez lo es.

El sectarismo no ha se ha notado sólo por omisión. Bildu ha puesto a tirar el chupinazo a una entidad afín que no ha hecho nada por Pamplona, incumpliendo letra y espíritu del reglamento (y la petición popular de que lo lanzase la UCO). El alcalde ha huido de la procesión de San Fermín en cuanto ha dejado de ser un baño de masa callejero. El ayuntamiento ha pagado la señal a ETB para proyectarla en vasco en las pantallas gigantes. Las peñas de la Federación han intentado expulsar a los representantes de Pompaelo de la procesión (ahí han estado, más visibles que nunca). Y del ridículo intento de redecorar «espontáneamente» la plaza del Ayuntamiento en una reivindicación de causas minoritarias, como la de Hamás o el separatismo vasco, mejor no hablar porque ya aburre tanto que los locales no lo vemos (y nos sorprendemos cuando la gente que nos ve por la televisión nos cuenta la horrible impresión que crea de la ciudad).

Los sectarios y los alcaldes llegan y pasan, algunos con más cara de velocidad que otros, y la ciudad y la fiesta siguen. San Fermín nos acompaña desde hace ochocientos años. No es mal momento para recordar su historia, por cierto, y la historia de su devoción, que siguen siendo muy poco conocidas en nuestra tierra: la mejor versión la tenéis en Amazon.

Hacer unos sanfermines mejores está en manos de todos los pamploneses, y estamos seguros de que los haremos. Mañana estaremos en el Pobre de Mí, y sobre todo en el alternativo, el que se celebra pocos minutos después y por inspiración popular en la Plaza del Consejo en memoria de El Guti. Uno de esos personajes y momenticos que permanecerán.

Y cantaremos «ya queda menos».

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