Yo venía a rasgarme las vestiduras…

Artículo publicado originalmente en Diario de Navarra, el 9 de Enero de 2025.

Se lo prometo. Llevo una semana queriendo escribir para compartir mi indignación. En serio, estaba yo antes, pero con tanto escándalo de cartón piedra, no hay modo de acercarse al mostrador. ¿Me deja? Gracias.

Esta semana tenemos los mentideros llenos de gente alterada porque una señora ha enseñado una estampita en nochevieja. O porque quienes la defienden son los mayores enemigos de la libertad de opinión. O por algo parecido, porque la cosa va cambiando y uno no tiene tiempo de seguirlo. Entiéndanme, no es que no quiera hacer aprecio al trabajo de los que la han puesto allí para armarla. Lo han hecho muy bien.

Decía Ana Torroja que “entre pitos y gritos los españolitos hacen por una vez algo a la vez”. Era cuando la cadena de televisión de todos se preocupaba por poner a gente agradable a la mayoría para presentar las campanadas. Sí, eran sosos y tópicos, pero eran entrañables. Fíjate si la cosa era entrañable que para competir con ello tenían que poner a señoritas a enseñar cacha en Diciembre. Porque eso sí, donde haya morbo (o cacha) que se quite lo entrañable. Los humanos, ya saben. Pero a lo que iba.

La televisión de todos ya no está para ayudar a unir a los españolitos, sino para reforzar a quien manda. Y para eso hacen falta dos cosas: repartir la banderita, y hacer que los que la llevan se sientan atacados. “La banderita” en este caso puede ser la defensa de los “cuerpos no normativos” o (si eres cuñado o ministro) de la “libertad de expresión”. Ambas son cosas que defendemos todos, al menos en principio, de modo que cuando aparece alguien y las ataca, nos ponemos de su lado. Sobre todo si nos pilla despistados, que es lo normal. Y así en Año Nuevo, muchos se encuentran defendiendo a una señora, y al programa y la cadena que representa, y al gobierno que les puso ahí, sin saber muy bien porqué. No es que importe: la cuestión es que de repente hay quien defiende al gobierno justo cuando más lo necesita.

Del otro lado, claro, están los que han sido elegidos para hacer de amenaza terrible a la libertad de expresión y de alimentación. Todos aquellos que no le ven la gracia a que les insulten gratuitamente, en un momento que solía ser de unión y celebración. Claramente identificables con el partido de la oposición (y si no les identifica usted, no será porque no haya ministros señalándolo).

Es tradicional, como las campanadas. Acción, represión, acción: la reacción de “los malos” ante una provocación justifica a su vez las siguientes acciones de “los buenos”. Lo único necesario es controlar la comunicación para poder identificar claramente a cada uno con su etiqueta.

Claro que hay una condición necesaria, y es que “los malos” no tengan la capacidad de cambiar las cosas. Imagina que “los malos” pudieran forzar la dimisión de la maleducada y de quien dirigió el programa, y dominar el debate en medios con suficientes comentaristas, cambiando las etiquetas de sitio. Sería un desastre. Por eso hay que elegir bien las batallas, y sobre todo controlar la comunicación (al menos, la que llega a nuestro público).

Un ejemplo de provocación controlada más cercano ha sido la recogida de donaciones para presos de ETA en la plaza de Echarri Aranaz en Navidad. Llueve sobre mojado: en este pueblo navarro es habitual ver actos a favor de los condenados por terrorismo celebrados en lugares públicos, normalmente sin permiso administrativo y siempre sin control policial, pero con apoyo municipal claro. Naturalmente, también se apoyan en la “libertad de opinión”, argumento usado por los jueces y la Delegación del Gobierno para no poner coto a actos que el Parlamento Europeo lleva años pidiendo que se prohíban.

En Echarri, “los malos” son todos los que discuten la libertad de “los vecinos” para exaltar a los que asesinaron a otros vecinos para que no pudieran opinar ni expresarse en libertad. “Los malos” son los que cuestionan que se deba calificar de víctimas (sin pruebas) a asesinos y cómplices de asesinato (probados). “Los malos” son los que imponen a “los de aquí” cómo comportarse, y pretenden impedir que impongan su forma de hacerlo a todo el pueblo.

Las cartas al director contra la humorista sirven para lo mismo que las muestras de indignación habituales contra el enésimo ataque a la liberta de conciencia y voto de los vecinos: para que algunos se envuelvan en la banderita (o en este caso, se calen la boina hasta la boca) y descalifiquen a los ofendidos, y a los que les apoyamos desde fuera. Indignarse está justificado, pero mostrarlo así es peor que inútil.

Así que les propongo algo. Este año, busquemos el modo de cambiar las cosas.

Imagen: Savonarola predica contra la prodigalidad, de Ludwig von Langelmantel (fragmento) vía Wikicommons.

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