Sorioneku

Artículo originalmente publicado en Oppida Imperii Romani el 26 de Enero de 2023.

Transcurridos ya dos meses de su mediática presentación, la mano de Irulegi tiene ya el indiscutible mérito de, cómo titulaba el diario ABC hace apenas unas semanas, haber vuelto a poner a los Vascones en el foco. Pero, además, como indica el citado reportaje -cuya versión en papel reproducimos más abajo- ha abierto toda una diatriba sobre lo que el texto de la mano dice, sobre lo que no dice, sobre lo que algunos quisieran que dijera y sobre lo que otros desearían que no hubiera dicho nunca, asunto que, en cierto modo, ya analizamos en nuestra primera entrada sobre la cuestión y, también, en la que ha sido la primera entrada de Oppida Imperii Romani en este 2023 a las que remitimos. Pero, además de eso, el hallazgo se ha convertido, para algunos, en un icono de la Arqueología de Navarra y de sus posibilidades -aunque el yacimiento en que fue hallada no ha figurado en la reciente entrega «Crónicas de Arqueología de Navarra» del exitoso programa de La 2 de TVE «Arqueomanía»– y, para muchos, también, en un emblema de la defensa de una vasconicidad de Navarra que, como dijimos en una entrada anterior, el citado documento epigráfico no permite -y mucho nos tememos que tampoco permitirá cuando se haya estudiado por completo- afirmar. 

En esa catarsis colectiva provocada por una hermosa pieza de bronce con inscripción a la que le cabe ya el mérito de haber sido capaz de reunir a millares de personas en su presentación a la sociedad navarra en el Planetario de Pamplona el pasado mes de diciembre, no hay, prácticamente, semana en la que no aparezca bien una carta al director, bien una columna, bien una tribuna de opinión sobre el documento tanto en los medios convencionales, en la prensa tradicional, como en las redes sociales donde, acaso, el hashtag sorioneku sea ya uno de los que más hilos y debates ha generado desde el pasado 16 de noviembre en que la pieza fue dada a conocer. Uno de los últimos, motivado por una visita de un conocido grupo parlamentario del Parlamento de Navarra al yacimiento de Irulegi, en el valle de Aranguren, nos ha permitido comprobar que, muy posiblemente, el documento epigráfico ha generado una historia paralela, un «relato», como ahora se dice que, a buen seguro, dista mucho de la realidad histórica que éste puede ilustrar y nos recuerda lo importante que es, ante cualquier documento histórico, ser fieles a lo que dice y no cargar las tintas en lo que desearíamos -o algunos desean- que dijera. La Historia Antigua debe seguir siendo una ciencia positivista, del dato, de las evidencias, sin que paradigmas postprocesuales o postcoloniales -y mucho menos intereses políticos- acaben dando a documentos concretos valores o significados que éstos no tienen. Embebemos ese tweet a continuación y sobre lo que en él se dice volveremos más adelante.

En ese contexto, el 25 de enero, quien escribe este blog fue invitado a participar, en el Civivox Iturrama de Pamplona, en una mesa redonda titulada «Sorioneku. La Navarra del siglo I y los antiguos Vascones« en la que también intervinieron María J. Peréx Agorreta, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia -cuyos trabajos sobre los vascones antiguos siguen siendo válidos como demuestran las anotaciones que hicimos a algunos de ellos en su reciente libro-homenaje, ya disponible en open access– y María García-Barberena Unzu, que hiciera en 2016 bajo nuestra dirección -y la de la propia Profª Peréx- su Tesis de Doctorado sobre la Pamplona antigua. La mesa la organizaba la Asociación Pompaelo -para la que ya habíamos hablado en otras ocasiones, hace algunos años, sobre la cuestión– y fue seguida con extraordinario -y sorprendente- interés por cerca de 160 personas que abarrotaron el salón de actos del centro cívico del barrio universitario por excelencia de Pamplona quedando gente, incluso, fuera de la sala por completarse el aforo disponible. Nos pareció que en ese contexto del singular y torticero «relato» que sobre el documento en cuestión se está haciendo podía ser útil que una nueva entrada de nuestro blog recogiera parte del espíritu de nuestra intervención, además del video y la presentación empleada en la misma, el primero posible gracias a la diligente labor del equipo de la Asociación Pompaelo y de su canal de vídeos en YouTube.

Como ya hicimos notar en nuestra valoración inicial del hallazgo, publicada el 23 de noviembre del pasado año y con más de 1100 visitas, varios elementos, nos parece, que han sido dejados fuera en el análisis de este singular documento epigráfico paleohispánico, elementos que, precisamente, son los que vertebraron nuestra intervención en el evento de transferencia que inspira esta entrada y que aquí, centrándonos en tres, recogemos para facilitar el seguimiento del vídeo.

En primer lugar, según ha transmitido la Sociedad de Ciencias Aranzadi, la pieza debió quedar sepultada en una vivienda del oppidum de Irulegi en el contexto de la destrucción de éste en el marco de la guerra sertoriana, acaso unas fechas antes de la fundación de Pompaelo que hoy se tiende a ubicar mejor en el 72 a. C., casi al término de la contienda mantenida en la primera guerra civil de Roma, entre el bando senatorial, de Pompeyo, y el rebelde, de Sertorio. Es curioso cómo en toda la discusión generada por el documento nadie haya traído a colación cómo es en ese contexto de la guerra sertoriana, pero apenas cuatro años antes, en el 76 a. C., cuando los Vascones entran en la Historia. Lo hacen a través de un texto de Tito Livio, que nos ha llegado muy resumido en las llamadas Periocas y en el que se habla de la marcha de Sertorio per Vasconum agrum dirigiéndose hacia el confinius Beronum donde ubicó su campamento seguramente no lejos de su ciudad aliada, Calagurris (Liv. Per. 91). Por tanto, había Vascones en un territorio, el próximo al Ebro, contiguo al de los indoeuropeos Berones y en una zona que concentra -única y exclusivamente- documentos epigráficos -y no pocos- de lengua indoeuropea como los que, mayoritariamente, ha proporcionado, en forma de téseras de hospitalidad, el poblado de La Custodia de Viana, acaso la uarakos de las monedas que, aunque berona, demuestra cómo su entorno -y, por tanto, una parte importante del territorio vasccón- era esencialmente céltico algo que también muestran los hallazgos procedentes de Cintruénigo o de Cascante, entre otros lugares próximos. Sobre La Custodia, de hecho, se ha publicado en estos días un sensacional reportaje de actualización en Diario de Navarra con un encarte magnífico que cartografia esa diversidad, y que aquí compartimos. Por tanto, de ningún modo la mano de Irulegi puede demostrar el carácter monolítico en lo lingüístico de los antiguos Vascones -pues los había también en al ager y no hablaban, precisamente, vasco, o no consta que así fuera-ni, tampoco, el carácter unívocamente étnico de los habitantes del solar de Navarra pese a que lo defienda -sólo en el título- el recomendable libro Cuando fuímos Vasconesque reseñábamos hace sólo unas semanas en este mismo espacio. De hecho, las evidencias de «lengua vascónica» son apenas tres en toda Navarra frente al predominio de las de carácter céltico, todo eso sin tomar en cuenta los préstamos que el texto de la mano exhibe a nivel de hábito y de cultura epigráfica escrita que, en cualquier caso, debieron ser corrientes en la España prelatina: un hábito, el de grabar inscripciones, netamente clásico; un signario ibérico adaptado para la «lengua vascónica», y una grafía, en puntillado, profusamente empleada en el ámbito de la epigrafía celtibérica. 

En segundo lugar, si bien se entienden las reservas existentes sobre la onomástica en las sociedades antiguas, tampoco nadie ha recordado que desde el 89 a. C. -casi diez años antes de la noticia de Livio sobre el Vasconum ager– hay en la documentación epigráfica latina evidencias de nombres vascónicos. Se concentran éstas en el que, probablemente, sea el documento que mejor certifica la conexión entre Roma y el trifinium cultural que constituyó todo el Ebro medio en la Antigüedad: el Bronce de Áscoli. En dicha inscripción (CIL I, 709) nombres de jinetes de la turma Salluitana como EnnegesAgirnesNalbeaden y otros son inequívocamente vascónicos y aparecen, en ciudades que, incluso, Ptolomeo atribuiría a los Vascones, pero lo hacen totalmente mezclados con otros de carácter ibérico y de carácter céltico. Algunas de las comunidades que se citan en la placa hoy conservada en los Museos Capitolinos y que no han podido ser identificadas, de hecho, sería lógico buscarlas en el solar de la actual Navarra y muestran, de nuevo, esa sensacional diversidad étnica, y por tanto lingüística, a la que Roma tuvo que hacer frente en las tierras del Ebro detalle éste que abunda en la heterogeneidad cultural, y por tanto lingüística, del territorio y, también, por formar parte de él, de Navarra

Por último, y aunque en nuestra intervención también aludimos a la concentración de antroponimia vascónica, ya de época imperial romana, al Este de Irulegi y en el entorno de Santa Criz de Eslava y de Los Bañales de Uncastillo nos parece que hay un último elemento que, aunque sólo lo resolverá el paso de los meses y la consolidación de la investigación sobre el texto de la mano -lo que demostrará que, a buen seguro, todos hemos corrido mucho-, nos parece debe ser puesto sobre la mesa al menos para frenar el entusiasmo de quienes, como en el tweet enlazado más arriba ven novedades donde, ciertamente, no las hay o no las hay apenas. A día de hoy, de las cuatro líneas inscritas sobre la mano sólo una señala al vasco antiguo si bien, en los últimos meses, las reservas sobre cómo debe leerse el término han dividido a los reputados lingüistas, Javier Velaza Frías y Joaquín Gorrochategui Churruca, a los que se ha encomendado su estudio. Y, quizás, al margen del término sorioneku y, especialmente, sorion, parece que en el debate ha pasado desapercibido el hecho de que en la línea 3 del texto se halle una de las claves para interpretar como adaptación del signario ibérico a la lengua vascónica el texto de Irulegi, ese carácter T que ya se atestiguó en las monedas –impropiamente llamadas «vasconas»– de ontikes unambaate y que se ha interpretado como un deseo de la población local de figurar de forma gráfica un fonema de carácter propio haciéndolo con un signo que no existía en ibérico como también sucede con la aparente R invertida de la ceca de arsaos o el signo con forma de espiga de la ceca sesars (ver aquí más información al respecto) y que, en cierto modo, formarían parte de un «sistema gráfico vascónico» que se da cita, que comparece, en la mano. Quizás ahí, y, por supuesto, en el desciframiento del resto del texto, estará la clave de este documento que ha vuelto a poner de moda la «Controuersia Vasconiae« y que, en cualquier caso -insistimos- no puede convertirse en argumento de valor político alguno para pretender hacer de la lengua vasca la lengua mayoritaria o la lengua de la elite de uno de los pueblos -el de los Vascones, que no fue el único- que poblaron Navarra en la Antigüedad. Tampoco nos parece, además, que, como se ha pretendido afirmar -y alguna evidencia al respecto hemos dejado más arriba- el documento haya contribuido a cambiar la historia del euskera o la historia de Navarra, más bien nos ha devuelto exactamente -con nuevos datos y con algunas nuevas preguntas- a la casilla de salida en la que estábamos después de la gran revitalización que el asunto de los antiguos Vascones experimentó entre 2004 y 2013 algunas de cuyas conclusiones, que siguen siendo válidas meses después del descubrimiento de la mano de Irulegi, ya recogimos en nuestro post «Navarrorum«, de hace algunos años.

Ojalá que el vídeo de la charla y, también, el material complementario que en ella proyectamos -y que puede seguirse fácilmente en paralelo al vídeo, que también lo muestra- sirvan para esclarecer las cosas a tantos apasionados como hay, entre los seguidores de Oppida Imperii Romani, al asunto de los antiguos Vascones

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